CUANDO AYUNÉIS
Ya hemos visto el Padre Nuestro, que es una sección del Sermón
de la Montaña, donde Mateo habla de las tres obras de piedad del
fariseísmo: limosna, oración y ayuno. Ya vimos la limosna y la oración
-donde está incluido el Padre nuestro- y siempre estamos en lo mismo:
"No hagáis como los hipócritas que, lo que buscan con la fama
de santidad, es tener prestigio y dominio sobre el pueblo". Ahora
nos queda el ayuno. Mateo es el único evangelista que habla del
ayuno, porque se enfrenta al ambiente fariseo. Pero el punto de vista
de Mateo es el amor. La limosna no se da por exhibicionismo, sino por
amor a la persona necesitada: por eso es en secreto. La oración -como
ya hemos visto- significa petición y se hace a Dios por amor. El
mismo Padre nuestro es una expresión de amor a la Humanidad entera
(las tres primeras peticiones) y a la comunidad para que esté a la
altura que le corresponde. Y, por último, el ayuno, que también
puede ser una expresión de amor. Aquí no se trata del ayuno, que
pudiéramos llamar, higiénico: el que se hace para tener la cabeza
despejada o para adelgazar. Se trata de un ayuno que tiene alguna
relación con el prójimo. En este caso el ayuno es expresión de
tristeza, que significa solidaridad con un dolor o con una muerte,
porque ayunar, en este sentido, es acercarse a la muerte. Como el
alimento es el factor indispensable para la vida, la renuncia al mismo
significa que renunciamos, de algún modo, a esa vida y nos acercamos
a la muerte. Por eso, cuando hay un dolor grande, una desgracia
grande, por solidaridad y amor a esas personas, expresamos nuestro
dolor ayunando, como podemos hacerlo llorando: "yo me hago
solidario con ese dolor de muerte, renunciando un poco a lo que a mí
me da vida": ese sentido tiene. Pero no se trata de
exhibicionismo, sino de demostración íntima de amor, que la ve el
Padre, porque todo lo que sea el amor que sentimos en el corazón, y
que es el que nos lleva a actuar de determinada manera, viene de El,
ya que el Padre es amor. Leyéndolo así se entiende este pasaje del
ayuno.
CUANDO AYUNÉIS
No dice que hay que ayunar. Si uno quiere ayunar... Cuando ayunéis.
Por supuesto, excluye todo ayuno obligatorio; es algo puramente
voluntario.
NO OS PONGÁIS CARIACONTECIDOS, COMO LOS HIPÓCRITAS, QUE SE
AFEAN LA CARA PARA OSTENTAR ANTE LA GENTE QUE AYUNAN
De hecho, cuando estaban de ayuno, no se afeitaban, ni se
peinaban, ni se lavaban, iban desastrados para que la gente notara que
estaban ayunando.
YA HAN RECIBIDO SU RECOMPENSA,
OS LO ASEGURO
¿Qué buscaban? ¿la gloria dé la opinión de la gente?: pues
ya la tienen.
TU, EN CAMBIO, CUANDO AYUNES,
PERFÚMATE LA CABEZA Y LÁVATE LA CARA, PARA NO OSTENTAR TU AYUNO ANTE
LA GENTE, SINO ANTE TU PADRE QUE ESTA EN LO ESCONDIDO, Y TU PADRE, QUE
VE LO ESCONDIDO, TE RECOMPENSARA.
La recompensa es siempre en Mateo la comunicación con Dios.
Dios se comunica. El que eso hace en secreto (pues exteriormente está
más contento que nunca) por amor a alguien, inmediatamente consigue
una mayor comunicación divina, ya que está en sintonía con el Señor.
Esta es la recompensa.
Con esto acabamos la sección de las tres obras de piedad, en la
que Jesús fustiga violentamente la hipocresía farisea. Naturalmente,
entre los fariseos había de todo: gente mejor y gente peor, pero,
como tenían como denominador común la fidelidad a la Ley, que ponía
a la Ley por encima del hombre, aunque hubiera gente buena,
supeditaban al hombre a la Ley, y con esto tenían una escala de
valores inversa. Pues, para Jesús, el hombre está por encima de
todo, es el valor supremo, no hay ley que se ponga por encima, ni se
puede hacer daño a nadie en nombre de ley alguna.
Este legalismo es lo que los evangelios destacan de los
fariseos. Eso pasa también hoy, que hay gente muy buena, pero si se
examina el fondo y se pregunta "¿qué es lo que más vale, la
ley o el hombre?", dirán que la ley. Lo que ocurre es que ese
caso extremo se presenta raramente pero, en última instancia, ellos
estarían a favor de la ley. Eso se nota mucho cuando hay jerarquía;
suelen sacrificar al hombre para salvar la ley. Eso es lo ordinario.
Porque la ley es la que les da seguridad, la que permite mantener el
orden; que un individuo se fastidie es menos grave que el que se venga
abajo el orden que yo mantengo. Y aquí está la gran revolución del
Evangelio: que el hombre es un valor tan supremo que no hay nada que
se le pueda poner por encima. Pero es un principio que no lo aguanta
ninguna sociedad; es sólo posible dentro de la sociedad nueva, del
Reino de Dios, del grupo cristiano.
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