domingo, 28 de diciembre de 2014

NO SEÁIS COMO LOS HIPÓCRITAS

CUANDO AYUNÉIS
 Ya hemos visto el Padre Nuestro, que es una sección del Sermón de la Montaña, donde Mateo habla de las tres obras de piedad del fariseísmo: limosna, oración y ayuno. Ya vimos la limosna y la oración -donde está incluido el Padre nuestro- y siempre estamos en lo mismo: "No hagáis como los hipócritas que, lo que buscan con la fama de santidad, es tener prestigio y dominio sobre el pueblo". Ahora nos queda el ayuno. Mateo es el único evangelista que habla del ayuno, porque se enfrenta al ambiente fariseo. Pero el punto de vista de Mateo es el amor. La limosna no se da por exhibicionismo, sino por amor a la persona necesitada: por eso es en secreto. La oración -como ya hemos visto- significa petición y se hace a Dios por amor. El mismo Padre nuestro es una expresión de amor a la Humanidad entera (las tres primeras peticiones) y a la comunidad para que esté a la altura que le corresponde. Y, por último, el ayuno, que también puede ser una expresión de amor. Aquí no se trata del ayuno, que pudiéramos llamar, higiénico: el que se hace para tener la cabeza despejada o para adelgazar. Se trata de un ayuno que tiene alguna relación con el prójimo. En este caso el ayuno es expresión de tristeza, que significa solidaridad con un dolor o con una muerte, porque ayunar, en este sentido, es acercarse a la muerte. Como el alimento es el factor indispensable para la vida, la renuncia al mismo significa que renunciamos, de algún modo, a esa vida y nos acercamos a la muerte. Por eso, cuando hay un dolor grande, una desgracia grande, por solidaridad y amor a esas personas, expresamos nuestro dolor ayunando, como podemos hacerlo llorando: "yo me hago solidario con ese dolor de muerte, renunciando un poco a lo que a mí me da vida": ese sentido tiene. Pero no se trata de exhibicionismo, sino de demostración íntima de amor, que la ve el Padre, porque todo lo que sea el amor que sentimos en el corazón, y que es el que nos lleva a actuar de determinada manera, viene de El, ya que el Padre es amor. Leyéndolo así se entiende este pasaje del ayuno.
 
CUANDO AYUNÉIS
 No dice que hay que ayunar. Si uno quiere ayunar... Cuando ayunéis. Por supuesto, excluye todo ayuno obligatorio; es algo puramente voluntario.
 NO OS PONGÁIS CARIACONTECIDOS, COMO LOS HIPÓCRITAS, QUE SE AFEAN LA CARA PARA OSTENTAR ANTE LA GENTE QUE AYUNAN
 De hecho, cuando estaban de ayuno, no se afeitaban, ni se peinaban, ni se lavaban, iban desastrados para que la gente notara que estaban ayunando.
   
YA HAN RECIBIDO SU RECOMPENSA, OS LO ASEGURO
 ¿Qué buscaban? ¿la gloria dé la opinión de la gente?: pues ya la tienen.
 
TU, EN CAMBIO, CUANDO AYUNES, PERFÚMATE LA CABEZA Y LÁVATE LA CARA, PARA NO OSTENTAR TU AYUNO ANTE LA GENTE, SINO ANTE TU PADRE QUE ESTA EN LO ESCONDIDO, Y TU PADRE, QUE VE LO ESCONDIDO, TE RECOMPENSARA.
 La recompensa es siempre en Mateo la comunicación con Dios. Dios se comunica. El que eso hace en secreto (pues exteriormente está más contento que nunca) por amor a alguien, inmediatamente consigue una mayor comunicación divina, ya que está en sintonía con el Señor. Esta es la recompensa.
 Con esto acabamos la sección de las tres obras de piedad, en la que Jesús fustiga violentamente la hipocresía farisea. Naturalmente, entre los fariseos había de todo: gente mejor y gente peor, pero, como tenían como denominador común la fidelidad a la Ley, que ponía a la Ley por encima del hombre, aunque hubiera gente buena, supeditaban al hombre a la Ley, y con esto tenían una escala de valores inversa. Pues, para Jesús, el hombre está por encima de todo, es el valor supremo, no hay ley que se ponga por encima, ni se puede hacer daño a nadie en nombre de ley alguna.
 Este legalismo es lo que los evangelios destacan de los fariseos. Eso pasa también hoy, que hay gente muy buena, pero si se examina el fondo y se pregunta "¿qué es lo que más vale, la ley o el hombre?", dirán que la ley. Lo que ocurre es que ese caso extremo se presenta raramente pero, en última instancia, ellos estarían a favor de la ley. Eso se nota mucho cuando hay jerarquía; suelen sacrificar al hombre para salvar la ley. Eso es lo ordinario. Porque la ley es la que les da seguridad, la que permite mantener el orden; que un individuo se fastidie es menos grave que el que se venga abajo el orden que yo mantengo. Y aquí está la gran revolución del Evangelio: que el hombre es un valor tan supremo que no hay nada que se le pueda poner por encima. Pero es un principio que no lo aguanta ninguna sociedad; es sólo posible dentro de la sociedad nueva, del Reino de Dios, del grupo cristiano.
(Juan J. Mateos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.