El
hombre posee una dignidad absoluta: la de oponerse a Dios y decirle que
no.
El hombre posee una dignidad absoluta: la de poder decirle no a
Dios. Puede hacer una historia para sí, centrada en su yo y en su
ombligo. Dios lo respeta aunque sabe que cuando el hombre es dejado y
entregado a sí mismo es, con el lenguaje de Nietzsche, «el más inhumano
de todos los animales». No es un animal pero puede convertirse en uno de
ellos. ¿Quién podrá alzarse contra Dios, contra el creador de todo y de
todo el cosmos? El hombre, esa caña pensante, como decía Pascal. El es
libre y puede escoger, puede decidirse por Dios o por sí mismo.
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