MT 28.
La tradición iconográfica de Pascua consagra la imagen de Jesús resucitado que sale victorioso del sepulcro con el estandarte de la cruz en mano, con alborozo de ángeles y terror de guardias.
La tradición iconográfica de Pascua consagra la imagen de Jesús resucitado que sale victorioso del sepulcro con el estandarte de la cruz en mano, con alborozo de ángeles y terror de guardias.
Esta fantasiosa descripción, contenida en un apócrifo del siglo II (Evangelio de Pedro, 36-40), está ausente de los cuatro evangelios reconocidos como auténticos por la Iglesia.
Los evangelistas no describen el momento de la resurrección de Jesús, sino solamente lo acaecido después: si ninguno ha sido testigo de la resurrección, todos pueden serlo de Jesús resucitado.
En el evangelio de Mateo, son dos mujeres las protagonistas del encuentro con el resucitado, "María Magdalena y la otra María" (madre de Santiago y de José), ya presentadas como las que "habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo" y testigos de la crucifixión y sepultura (Mt 27,55-56).
Mientras las dos discípuloas están junto al sepulcro, "la tierra tembló violentamente, porque el ángel del Señor bajó del cielo y se acercó, corrió la losa y se sentó encima".
"El ángel del Señor", expresión con la que se indica la acción de Dios mismo cuando se comunica con la humanidad (Éx 3,2-6), ha aparecido ya al comienzo del evangelio de Mateo para anunciar la vida de Jesús y luego para defenderla de la trama homicida de Herodes (Mt 1,20-24; 2,13).
Esta tercera intervención suya tiende a confirmar que la vida, cuando procede de Dios, es indestructible.
El terremoto que acompaña su venida es uno de los signos que en el Antiguo Testamento precedían a la manifestación de Dios: en el libro del Éxodo está escrito que antes de que Yahvé descendiese sobre el Sinaí, "toda la montaña temblaba" (Éx 19,18).
También este terremoto precede a una revelación divina, como cuando Jesús expiró y "la tierra tembló" (Mt 27,51): en la muerte de Jesús se había revelado todo el amor de Dios, en la resurrección se manifiestan las consecuencias de su amor fiel.
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