Detalle de la cabeza de una escultura que representa a un bodhisastva del monasterio budista de Taktsang Nido del tigre (Siglo VIII) en Bután.
Para
el budismo del sur, Buda es un ser humano ejemplar, que enseñó el camino
al despertar, pero no es un dios. En sus textos sagrados la cuestión de
si existen o no los dioses no parece interesar mucho, porque no aporta
nada al verdadero problema que les preocupa: cómo alcanzar el despertar.
Esta actitud es muy significativa, ya que no creen que haya un dios
creador, ni que el universo se mantenga por su actuación, ni que el
despertar se consiga por su intermediación.
En
cambio en el budismo del este y del norte se da gran importancia al
papel de los budas y bodhisatvas. Son seres sobrenaturales muy numerosos
a los que se rinde culto porque ayudan a alcanzar el despertar y tienen
paraísos a los que se puede llegar por su intercesión, por lo que se
parecen a lo que en otras religiones serían los dioses.
A
diferencia de lo que ocurre en las religiones occidentales como el
cristianismo, el judaísmo o el islam, para los budistas no hay ninguna
entidad creadora del mundo ni necesidad de que la haya. De esta forma
también se elimina el problema teológico de la existencia de un Dios
todopoderoso que haya creado un mundo en el que existe el mal.
Buda
evitaba la especulación metafísica sobre si el mundo es eterno o no, si
el alma es lo mismo que el cuerpo o si un Buda existe después de la
muerte, considerando que en cuestiones de este tipo «la codicia de
opiniones tiende a no ser edificante».
En los sermones largos de Buda recogidos en el Digha Nikaya, Buda ironiza con el Gran Brahma del hinduismo, que sería lo más cercano al Dios creador en el que creen los cristianos.
«Había un monje que se preguntaba cómo podría
transcender todos los mundos y meditaba para poder
contactar con los dioses y transmitirles su pregunta.
Ninguno de los dioses del cielo inferior, ni de ningún
otro cielo hasta llegar al séquito de Brahma, podía
ayudarle, pero le aseguraron que el gran Brahma
podría hacerlo. Después de un rato, el gran Brahma
se hizo visible y el monje le formuló su pregunta.
Sin embargo, la única respuesta que obtuvo fue la
orgullosa afirmación de Brahma de que era el creador.
Después de contestar tres veces de esta manera,
Brahma condujo al monje aparte y le dijo que no
podía desilusionar a su séquito admitiendo
públicamente que no sabía la respuesta.»
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