Pintura en el interior de una gruta del conjunto de los budas de Bamiyán.
A
comienzos de marzo de 2001 fueron parcialmente destruidas las estatuas
gigantes de Buda en Bamiyán, Afganistán. La mayor de ellas tenía casi 53
metros de altura y eran un testimonio de la fuerza que tuvo el budismo
en el pasado en esa zona.
Las
autoridades que gobernaban en ese momento en Afganistán, los talibán,
pensaban que las estatuas eran un insulto a su religión y tenían que ser
destruidas.
Diferentes países del mundo respondieron frente a la destrucción de los budas de Bamiyán.
El
director general de la UNESCO, Koichiro Matsuura, declaró: «Es
abominable asistir a la destrucción, fríamente calculada, de bienes
culturales que constituían el patrimonio del pueblo afgano y,
ciertamente, de toda la humanidad. Los budas de Bamiyán no figuraban en
la Lista del Patrimonio Mundial pero merecían estar inscritos y su
destrucción constituye un verdadero delito cultural».
Incluso
países islámicos que reconocieron en su momento al gobierno talibán,
como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, intentaron disuadirles de
perpetrar tal acción.
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