1. Su naturaleza
D. es aquella forma de ejercicio corporal que se caracteriza sobre todo por la aspiración a conseguir una actividad lograda y a compararla con la de otros. Esto se hace individualmente o en equipo, ateniéndose a normas y valores previamente acordados. Generalmente son organizaciones las que fomentan el ejercicio de los diversos deportes. El d. puede ser cultivado como simple juego o como campeonato. Un fuerte interés pedagógico por el d. se da en distintos sectores (educadores, escuela, asociaciones, Estado). El d. debe colaborar a la educación total, ante todo al desarrollo del carácter, pero también debe ayudar en algunos problemas particulares: en la educación para una sana relación con el cuerpo, en el encauzamiento de tendencias impulsivas, en el fomento del sentido comunitario. La idea olímpica añade el ideal de la buena inteligencia entre los pueblos. En la idea olímpica también está resaltado el ideal común a todo deporte, el del amor a la acción por sí misma. Esa idea contiene el principio del logro, fundamental para el d., que P. de Coubertin formuló con las palabras: «citius-altius-f ortius». Junto con el principio del logro, quizá sea la estructura agonal - el compeonato - el principal factor propulsor del d. Además, el d. tiene un fundamento vital en los estratos profundos del hombre, que, en último término no podemos esclarecer completamente. Él participa en el «fenómeno congénito» del -> juego y de la fiesta. No se identifica con dicho fenómeno, pero las fuerzas de éste actúan también en él. Así, momentos esenciales de la fiesta, como la representación, superación y entrega de sí mismo, pueden hallarse también en el d. La «esencia» del deporte es difícil de determinar en cuanto a su contenido. Quizás no se puede realizar una separación estricta entre «finalidad» y «sentido», quizá el sentido del d. está en su función: en su función de abrir la esfera vital y vivencial; en la de desarrollar la personalidad; en la de ofrecer la posibilidad de una vivencia de sí mismo; en la de intensificar la vida. Un fundamento decisivo para la existencia, la popularidad y la valoración positiva del d. es su entrelazamiento con la cultura industrial. El d. proporciona una vivencia, en gran parte perdida, del cuerpo y del movimiento, y es así una puerta de escape para las energías irracionales. Si, por su contenido, a primera vista parece ser una reacción contra la cultura industrial, sin embargo su estructura formal (p. ej., el principio del logro o de la producción) también puede interpretarse como expresión de esta cultura. El d. hace igualmente una aportación a la integración de la sociedad, tiene una «función democrática». Y, cultivado racionalmente, es muy útil para los actuales problemas sanitarios (enfermedades de la civilización). Finalmente, desde la perspectiva del «tiempo libre» de la sociedad, es de esperar que siga aumentando la importancia del d. Así éste aparece estrechamente entrelazado con las estructuras de la vida moderna y como creado para las dificultades actuales; apenas hubo otra situación histórica en que el d. tuviera tanta importancia. El desarrollo del d. va hoy en tres direcciones. Primero aparece progresivamente un profesionalismo de pequeños grupos de deportistas. En segundo lugar se puede observar una fuerte tendencia al d. privado. Así, p. ej., pocos son los que hoy día piensan todavía en cultivar la natación o el esquí en el marco de un equipo. La tercera tendencia podría caracterizarse como «oferta de d.» . Uniones deportivas y representantes de la comunidad ofrecen una variada gama de posibilidades deportivas y sin una meta a conseguir forzosamente, posibilidades que el ciudadano puede aprovechar sin ligarse a una institución («segundo camino»). En conjunto, prescindiendo de las derivaciones extremas del d. hacia la marca y el espectáculo, el desarrollo del deporte (en Europa) debe enjuiciarse positivamente.
2. Ética deportiva
En el d. viven distintos valores, normas e ideales. Característicos de la postura deportiva son la limpieza, la camaradería, el espíritu de equipo, el valor, el «goce de la vida», el «saber ganar y perder» y todas las propiedades de la voluntad. La ética deportiva tiene en el imperativo formal, tanto deportivo como moral, del citius-altius-fortius una fuerza propulsora hacia la superación, y en la idea de amateur halla una protección contra la falsificación por motivaciones ajenas al d. La apropiación de estos ideales es distinta en cada individuo; cabe adoptarlos según una ordenación jerárquica o en forma de mera yuxtaposición. La postura deportiva es un aspecto parcial del mundo ético; sólo abarca ciertos valores, y los abarca únicamente en cuanto se refieren a la situación deportiva. Hay, sin embargo, en el d. una auténtica ética natural. Y reviste especial importancia el hecho de que aquí se trata de una ética donde tienen «derecho patrio» la vitalidad y la dimensión social de orden práctico. Hay que aludir también a la trasposición de lo deportivo a otros ámbitos de la vida (p. ej., a la virtud del «juego limpio», históricamente nueva y central en la ética del d. ).
Aludiremos brevemente a problemas marginales de la ética del d. El problema del «doping» (droga) no debe exagerarse, por el hecho de que afecta a un círculo muy pequeño de deportistas eminentes. Su condenación ha sido pronunciada eficazmente por la misma ética deportiva. Más importante es la problemática del boxeo. Según el estado actual de la investigación médica (F. Pampus y W. Grote; K. Sellier y F. Unterharnscheidt) el boxeo ya no se puede defender; los juicios se han hecho apodícticos: cada golpe seco en la cabeza -sobre todo si se repiten con frecuencia - es perjudicial, aunque no se pierda la conciencia. No se trata sólo de los casos mortales, sino del daño específico causado al cerebro. Aquí no hay ninguna distinción esencial entre deportista amateur y profesional. Desde la restauración de los juegos olímpicos (1896) se da el problema del amateur. Aquí hay que distinguir entre el amateur profesional y el aparente; el primero cultiva el deporte para ganar dinero, el segundo toma dinero para posibilitar el deporte. A este respecto, el poco realista parágrafo relativo al amateur obliga a la mentira, y a la conducta fingida. Deberá solicitarse una modíficación sensata a los comités deportivos. La fundación «Deutsche Sporthilfe» (= Ayuda alemana al deporte) muestra el aspecto que en el futuro podría ofrecer el apoyo práctico a los deportistas de primera fila. También se discute acerca de los auténticos profesionales. Mientras que no se encuentra nada a objetar contra otras profesiones que se salen de lo cotidiano, como los actores y los artistas, los cuales están muy bien pagados, en el d. muchos se aferran a un ideal de amateur ajeno a la realidad. Frente a esa opinión hemos de decir: ganarse la vida a base de las facultades deportivas es un fundamento legítimo para cultivar^ profesionalmente el d. Indudablemente en el profesional que tiene éxito hay algunos riesgos. Sin embargo, en el culto a las figuras cumbres y en otros fenómenos de masas, en la mala relación entre remuneración y prestación, la causa está seguramente en el conjunto de la situación social.
3. Juicio moral
El juicio de la teología moral sobre el d. no podrá consistir solamente en prevenir frente a los peligros o en interpretar el d. de una manera meramente instrumental (útil para la salud, la educación...). Tampoco una reflexión sobre la corporalidad aporta muchos pensamientos específicamente deportivos. Hemos de limitarnos a decir de manera muy general: cuanto hace el hombre, lo realiza a base de toda su constitución y repercute de nuevo en el todo del hombre. El ocuparse del cuerpo no es una tarea «accesoria» o «mezquina». Los deportistas conseguirán más fácilmente permanecer conscientes de que el hombre existe en el mundo de la corporalidad; correrán menos el peligro de distanciarse de su cuerpo en cuanto tal. Es cometido de la teología moral mostrar y reconocer los contenidos naturales que dan sentido al d. Pero la teología moral debe también descubrir la limitación de estos valores y, cuando sea necesario, transmitir impulsos procedentes de la antropología cristiana.
Walter Kuchler
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