domingo, 27 de septiembre de 2015

DERECHA E IZQUIERDA

DicPC

I. INTRODUCCIÓN. Comenzaremos con dos citas que nos permitirán situar el tema. La primera es de Simone Weil: «¿En qué consiste la situación del pueblo? En que hay una clase de hombres que tienen entre sus manos toda la riqueza que ha creado la humanidad mediante su trabajo, sea en cuanto a los objetos fabricados, sea en cuanto a los conocimientos; una elite con medios aplastantes, que dispone con toda naturalidad de la puissance. El resto eran las víctimas del modo de producción vigente, las masas obreras, ese cuerpo enorme y sombrío (como después diría Sartre). En este mundo, sólo los seres caídos en el último grado de la humillación, muy por debajo de la mendicidad, no sólo sin consideración social, sino contemplados por todos como desprovistos de la primera dignidad humana, la razón, sólo ellos tienen de hecho la posibilidad de decir la verdad. Todos los demás mienten»1.
La segunda es de Eugenio del Río: «En Occidente, el actual es un período de letargo de las energías revolucionarias: han caído muchas ilusiones; faltan esperanzas para librar batallas de envergadura; los movimientos populares constituyen pequeñas parcelas dentro de unas sociedades en las que la población se encuentra en un estado de extrema atomización y escasa organización; las opciones políticas subordinadas a los sistemas establecidos parecen ocupar casi todo el terreno visible de la vida política, mientras que lo realmente alternativo -fuerzas y propuestas de carácter radical- afirma su presencia con grandes dificultades. Pero, a la vez, esta época difícil, en la que yace desnaturalizada una izquierda cuya existencia ha marcado un largo período, es también para el mundo capitalista un tiempo intelectualmente bloqueado, sin capacidad para generar perspectivas estimulantes; un tiempo en el que no se anuncia la marcha hacia una sociedad mejor sino, como mucho, la permanencia en lo ya adquirido, visto como punto de llegada o final de la historia. Es una época en la que no pueden dejar de nutrirse, casi siempre subterráneamente, una cólera sorda por tanta infelicidad acumulada en las metrópolis occidentales, un hondo malestar por tantas ansias de realización insatisfechas, una rabia contenida frente a la arrogancia del capitalismo y de sus servidores. ¿Acertaremos a percibir estas corrientes de fondo? ¿Y a conectar con ellas, convirtiéndose en fuerza social activa? Comprender el signo de los momentos que vivimos, en todos sus aspectos variados y contrapuestos, es imprescindible para no confundir el rumbo. Esta época, asimismo, puede ser fecunda para aprender, estimulante para renovar el pensamiento crítico, para enriquecer la conciencia revolucionaria. (...) Existe el peligro -sus manifestaciones se multiplican de día en día- de los saltos teóricos e ideológicos superficiales. Superar el pasado de la izquierda sin ahondar en los problemas que ese pasado plantea e inclinarse ante los vientos que soplan con más fuerza no es, ciertamente, una buena solución. Pero, frente a ello, existe el peligro de atrincherarse en un búnker de ideas tradicionales. Poco se logrará si el espíritu no se deja guiar por una curiosidad irreductible, rechazando tantas verdades adquiridas que impiden enriquecer el conocimiento de realidades muy complejas. El empeño requiere valentía intelectual para salir de los senderos trillados; honestidad para reconocer la invalidez de no pocas ideas que anteriormente han podido parecer sólidamente fundadas; audacia para afrontar fenómenos sembrados de problemas, que suscitan numerosas preguntas y proporcionan pocas respuestas. Dirigimos nuestra vista hacia el futuro con la mente alerta y abierta; con aquellos ojos de los que habló Machado, que "miran señas lejanas a orillas del gran silencio"»2.
II. REFLEXIÓN SISTEMÁTICA. Tras estas dos extensas citas introductorias, me apresuro a declarar que el tema de la relación entre la derecha y la izquierda -considerado por algunos como gastado u obsoleto- pienso abordarlo desde la perplejidad de la crisis de la izquierda, con las consiguientes dosis de desencanto y de esperanza que dicha perplejidad lleva consigo. Existen algunos puntos de apoyo -no exclusivos, pero sí importantes- para diseñar un diagnóstico o punto de partida, entre los que me atrevo a señalar tres: los nuevos dinamismos sociales, con toda su virtualidad, sus riesgos de atomización y su posible articulación con los partidos políticos; la conciencia de clase que pervive, aunque cambia de forma; y el hecho de la alienación cultural, en todas sus expresiones más o menos burdas o sutiles.
Creo que el ámbito correcto en el que debemos movernos es el de una exigente racionalización y profundización de la ->democracia. Su intento de redefinición pasa por un planteamiento equilibrado entre la utopía y el mero posibilismo, sabiendo que la economía y la política son hoy día valores primarios y se oponen con excesiva frecuencia a un proyecto de emancipación de mundo. Lo cual es un estímulo para buscar caminos y medios de moralizar la vida pública -en la lucha por humanizarla, evitando una polarización excesiva en los aspectos socioeconómicos- y de reconocer toda su importancia al debate ideológico, a la creencia en la fuerza de la racionalidad: esa racionalidad de fondo de la que hablaba Ágnes Heller y esa luminosa síntesis de razón y de esperanza a la que aludía Ernst Bloch. La redefinición de la izquierda conlleva asimismo el ejercicio de una cultura política democrática, participativa. La gran cuestión es cómoencontrar una izquierda capaz de resolver las enormes diferencias sociales actualmente existentes, de afrontar el expolio de la naturaleza y la alienación creciente de la población. Fernández Buey ha denunciado la destrucción acelerada de la continuidad lógica del discurso humano que se da en nuestros días y la trivialización de ideas y reivindicaciones. La indignación moral que produce este mundo y la pasión razonada de los desheredados son ejes cardinales de un ámbito de referencia y de actitudes que bien puede calificarse de izquierdas. En este contexto, la crisis de la izquierda se muestra en toda su crudeza: la búsqueda de una izquierda antisistema, sustantiva, con un programa propio, que el mismo Fernández Buey diseña así:
-Elaboración detallada de una ética de resistencia a la barbarie, estableciendo un discurso previo sobre los valores y recordando el famoso lema de Rosa Luxemburgo («socialismo o barbarie»).
-Rectificación del progresismo tecnológico, del productivismo.
-Propuesta de iniciativas concretas en los planos sociocultural y ecológico-social con carácter positivo y alternativo.
-Cambio de clima en las relaciones entre los colectivos afines (grupos ecologistas, organizaciones de la izquierda, movimientos sociales de base, sindicatos (,"sindicalismo), etc).
Buena parte de la crisis de la izquierda se debe al agotamiento de la línea socialdemócrata. Para Sartorius, la socialdemocracia ha mostrado limitaciones de tal calibre que la invalidan para representar al conjunto de la izquierda. Esas limitaciones han sido entre otras: no oponerse a la lógica de la ->guerra, no ser beligerante contra el colonialismo y haber aceptado un planteamiento incorrecto sobre los problemas del Tercer Mundo en cuanto a las relaciones de igualdad y ->solidaridad con esos países. Según Vargas-Machuca, la izquierda actual debe enfrentarse al desconcierto que nos envuelve, asumiendo la perplejidad inherente a nuestro momento histórico y siendo fiel a un talante de disidencia y creatividad, apoyando y dinamizando todo movimiento de emancipación real con mecanismos y programas concretos.
Mucho tiempo y espacio llevaría trazar las señas de identidad de un proyecto político de izquierdas. Baste con señalar la sensibilidad por la solidaridad efectiva, que se traduzca en actitudes concretas de cooperación, en actividades que tienen su raíz en la experiencia de la injusticia. La aparición del libro de Norberto Bobbio3 ha sido una magnífica ocasión para desplegar un debate político sobre el tema. Bobbio sostiene que el ideal de libertad no sirve inicialmente para distinguir entre derecha e izquierda porque existen doctrinas y movimientos libertarios tanto en una como en otra. La idea de libertad sirve para distinguir el universo político, no tanto respecto a los fines como respecto a los medios. La aspiración a la ->igualdad, en cambio, ha aparecido siempre como la razón fundamental de los movimientos de izquierda. Hay quien ha sostenido también que el rasgo característico de la izquierda es la no ->violencia. Retomando el tema de la libertad, Savater concibe dos sentidos de la misma: la libertas a coactione, entendida como el máximo de trasparencia y de participación, y lalibertas a miseria, como universalización de una política institucionalizada de la libertad, formal y sustancial. Derecha e izquierda se miden también -segúnBobbio- por su actitud frente al poder: la primera lo considera imprescindible, mientras que desde la izquierda se denuncian sus potencialidades represivas y deshumanizadoras.
La izquierda de hoy ya no es la de ayer. Pero la motivación de la izquierda de siempre es la insatisfacción y el sufrimiento frente a los males de las sociedades contemporáneas. Derecha e izquierda son dos términos antitéticos que, desde hace más de dos siglos, se emplean para designar habitualmente el contraste de las ideologías y de los movimientos en que está dividido el universo, eminentemente conflictivo, del pensamiento y de las acciones políticas. Son dos términos recíprocamente exclusivos y conjuntamente exhaustivos, como muy bien afirma Bobbio. Izquierda y derecha no indican solamente ideologías. Constituyen una unidad dialéctica, como resultado de la síntesis de dos partes opuestas. No existe tampoco una izquierda ni una derecha única, y sí que se da, en cambio, el reconocimiento bastante generalizado de que ellas dos, consideradas como etiquetas, se han convertido en meras ficciones. La conservación es de derechas y el cambio, de izquierdas. Ambos términos tienen un significado descriptivo y otro valorativo. No todas las díadas son axiológicamente reversibles. El binomio izquierda-derecha lo es en el lenguaje ordinario, pero no en el discurso político, y dicho binomio tiene una connotación de valor (->axiología) muy fuerte. En el lenguaje político, según Laponce, la izquierda siempre está asociada con rasgos altamente positivos, como futuro, creatividad, justicia. La cultura política contemporánea tendería hacia un dominio de la izquierda.
El rasgo característico de la izquierda, según Cofrancesco, sería el concepto (que es a la vez un valor) de emancipación. Pero hay que recordar siempre que derecha e izquierda no son conceptos absolutos, sino históricamente relativos, con los subrayados correspondientes de tradición y de emancipación, o de jerarquía e igualdad. No hay derecha sin izquierda, y viceversa. Para Revelli, no son conceptos sustantivos y ontológicos, sino que representan una determinada tipología política y pueden designar diferentes contenidos, según los tiempos y las situaciones. La igualdad es el único criterio que resiste el paso del tiempo y constituye un valor crucial. La izquierda considera que los hombres son más iguales que desiguales y la derecha, lo contrario. La igualdad conlleva el reconocimiento de los derechos sociales junto a los de libertad. El igualitarismo aparece no como utopía, sino como tendencia a exaltar más lo que convierte a los hombres en iguales y, en la práctica, a favorecer las políticas que tienden a convertir en más iguales a los desiguales.
Para Santiago Carrillo4, las fuerzas de izquierda y progresistas deben hacer bloque en torno a la defensa y ampliación de los derechos humanos. La izquierda debe reclamar una redistribución radical de la riqueza: la solución de fondo terminaría siendo una forma de socialización de esa riqueza. Y aboga por una nueva cultura social: la que conviene al ser humano, su bienestar, su formación, el florecimiento de sus capacidades, con el fin fundamental de la existencia, con arreglo al cual el trabajo ocupe un lugar diferente, sea una labor relacionada siempre con las aficiones, y en la que la formación ininterrumpida se extienda, como algo esencial, a lo largo de toda la vida. Es preciso retornar a una sociedad en que el valor de la fuerza del trabajo para la creación de riquezas materiales -al cuidado de la ciencia y de la tecnología- sea reemplazado por valores humanos y culturales: la igualdad y la solidaridad, la educación, la cultura, la ciencia y el arte, el pleno desarrollo de las cualidades del individuo. Según Carrillo, una izquierda auténtica tiene que incluir la superación del desfase entre el mundo pobre y el rico, en el centro de su proyecto de cambio; tiene que situar la emancipación del mundo pobre en el mismo plano que los problemas sociales existenciales en el mundo desarrollado.
¿Es progresista, es ético situarse al lado de las potencias ricas y poderosas que se esfuerzan por mantener el status quo frente a los pueblos que luchan por salir de una situación de pobreza y atraso históricos? Manuel Escudero afirma que nos encontramos ante una nueva noción entre civilización y barbarie, en torno a cómo hemos organizado social, económica, política y culturalmente el planeta; es ante esta nueva encrucijada donde tiene que surgir la nueva izquierda, la de la ->utopía, global. No se puede asegurar de un modo mecánico que esta nueva izquierda esté liberada del socialismo democrático. Hoy el,socialismo ya no puede considerarse exclusivamente como la aspiración de una clase explotada, el proletariado, sino como la solución racional de los problemas que el capitalismo es incapaz de resolver: el paro, las consecuencias sociales de la revolución científico-técnica, el desfase entre países ricos y pobres y los peligros de las catástrofes ecológicas. Se trata de recuperar valores ideales socialistas, de la izquierda, que la socialdemocracia ha ido dejando por el camino. Se impone la necesidad de una nueva formación política de la izquierda, que aglutina a partidos, sindicatos, organizaciones sociales, juveniles, feministas, ecologistas y de otro carácter, participando en un proyecto común, sin perder su especificidad ni su organización propia.
La nueva izquierda ha de ser movimiento político y cultural. La cultura que promueve es social, solidaria, colectiva en el mejor sentido, lo que requiere una ->educación popular, la formación de una nueva conciencia social. Esa nueva izquierda trata de reducir la excesiva diferenciación existente entre políticos y ciudadanos, así como multiplicar las plataformas de encuentro entre colectivos afines que mantienen una cierta sintonía. Lo realmente decisivo es crear una sólida conciencia de izquierda, profundamente internacionalista. El motor de la nueva izquierda va a residir -según Carrillo- en el mundo del ->trabajo, en las fuerzas de la ciencia y de la ->cultura y en la colaboración de estas con los movimientos progresistas que se desarrollen en el mundo ->pobre, que en esta época van a tener un papel propio nada secundario.
NOTAS: 1 S. WEIL, Carta a sus padres, 16 de agosto de 1943. -2 E. DEL Río, Crisis. ¿Socialismo? ¿Comunismo? Crisis social y moral en Occidente,Revolución, Madrid 1991. -3 N. BOBBIO, Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política. -4 En su libro La gran transición. ¿Cómo reconstruir la izquierda?
VER: Consenso, Contractualismo, Democracia, Estado, Ética política, Federalismo, Ideología, Política.
BIBL.: ARNAR G., Trabajar menos para trabajar todos. Veinte propuestas, HOAC, Madrid 1994; BOBBiO N., Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política, Taurus, Madrid 1995; CARRILLO S., La gran transición. ¿Cómo reconstruir la izquierda?, Planeta, Barcelona 1995; ESCUDERO M., La transición al poscapitalismo, Sistema, Madrid 1992; FERNÁNDEZ BUEY F., Nuevos movimientos sociales, izquierda alternativa y cuestión cristiana, Fe y Secularidad, Madrid 1991; SARTORIUS N., Un nuevo proyecto político. Construcción al debate de la izquierda, El País-Aguilar, Madrid 1992.

S. Sánchez Torrado

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