DicTB
SUMARIO: I. Las fuentes: 1. La historia deuteronomista; 2. La historia de la sucesión; 3. Las Crónicas. II. Notas biográficas: 1. Nombre; 2. En la corte de Saúl; 3. El aventurero; 4. Rey de Judá y de Israel; 5. Conquistas militares; 6. Gobierno; 7. Reveses familiares; 8. El hombre. III. La alianza davídica. 1. Texto; 2. Contexto de alianza; 3. Profundización.
Hijo de Jesé, de la tribu de Judá, David es el fundador del más vasto imperio israelita y de la dinastía que durante cuatro siglos reinó en Jerusalén. A su persona está vinculada la promesa de un reino mesiánico.
SUMARIO: I. Las fuentes: 1. La historia deuteronomista; 2. La historia de la sucesión; 3. Las Crónicas. II. Notas biográficas: 1. Nombre; 2. En la corte de Saúl; 3. El aventurero; 4. Rey de Judá y de Israel; 5. Conquistas militares; 6. Gobierno; 7. Reveses familiares; 8. El hombre. III. La alianza davídica. 1. Texto; 2. Contexto de alianza; 3. Profundización.
Hijo de Jesé, de la tribu de Judá, David es el fundador del más vasto imperio israelita y de la dinastía que durante cuatro siglos reinó en Jerusalén. A su persona está vinculada la promesa de un reino mesiánico.
I. LAS FUENTES. 1. LA HISTORIA DEUTERONOMISTA. Los
informes sobre el rey David son abundantes y diversificados. A este rey se le
dedican 42 capítulos de la historia deuteronomista de los libros de
lSamuel y de los /Reyes (lSam
16-lRe 2). Hay que señalar que el texto egipcio de los LXX presenta a veces
lecturas mejores que las del texto masorético. La historia de la ascensión de
David al trono (1Sam 16-2Sam 5,8) contiene relatos originales bien marcados,
surgidos de la corte o de la tradición popular. Después de la división del reino
se introdujeron en este material algunos complementos, que reflejan la
influencia de los círculos proféticos, como, por ejemplo, la unción de David (1
Sam 16,1-13), que subraya el repudio del rey Saúl. Poco antes del destierro a
Babilonia o durante el mismo destierro los libros de Samuel fueron sometidos a
una revisión deuteronomista e insertados en el gran conjunto histórico literario
que abarca los libros desde el Dt hasta los Reyes. Se añadieron algunas
indicaciones cronológicas (2Sam 2,10s; 5,4s) y algunos compendios históricos
(2Sam 7,18-29). Probablemente se elaboró también entonces la profecía de Natán
(2Sam 7,1-24). Dada la compleja formación de los libros de Sam y Re, no hay que
extrañarse de encontrar en ellos numerosas repeticiones, interrupciones, relatos
que se entrecruzan. Se asiste a una idealización de la figura de David, sobre
todo en la narración de sus comienzos; se ponen de relieve sus éxitos, sus
virtudes, como la modestia, el afecto, la magnanimidad.
Se leen dos
narraciones sobre la entrada de David en la corte de Saúl: una vez se introduce
en ella como músico para aplacar el espíritu atormentado del rey (1 Sam 16,4-23;
17,1-11), mientras que otra entra en ella como joven pastor que ha derrotado a
Goliat (lSam 17,12-31.40-58; 18,1-5). Es doble el atentado proyectado contra la
vida de David (ISam 18,10s; 19,9s), así como el relato de su éxito y de su
popularidad (ISam 18,12-16; 25-30). Se lee dos veces la promesa de dar como
esposa a David una hija de Saúl (lSam 19,1-7; 20,1-10.18-39). Se narra en dos
ocasiones la huida de David (ISam 19,10-17; 20,1-21,1) y la traición por parte
de sus protegidos (ISam 23,1-13.19-28). David respeta dos veces la vida de Saúl
(ISam 24; 26).
El redactor
deuteronomista filodavídico recogió todo este material
con la intención de
probar que David era el sucesor legítimo de Saúl, ya que había sido elegido por
Dios (lSam 16,1-13), y además porque tenía derecho a la sucesión real en virtud
del matrimonio contraído con la hija del primer rey, y teniendo también en
cuenta sus proezas y la voluntad del pueblo.
2. LA HISTORIA DE
LA SUCESIÓN. La historia de la sucesión al trono (2Sam 7; 9-20, y 1Re 1-2)
presenta una admirable unidad y perfección literaria. Es el monumento histórico
más notable de la prosa narrativa de Israel. La descripción es vivaz, objetiva,
parca en elementos maravillosos; pero no por ello menos profundamente religiosa.
El autor es probablemente un escriba de la corte de Salomón, encargado de
redactar aquella historia con la finalidad de mostrar que el hijo más joven de
David, Salomón, era su legítimo sucesor. El autor tuvo a su disposición fuentes
de primera mano. No se advierten preocupaciones cronológicas ni se citan las
fuentes de información. Se describe a David de forma realista, en un contexto
que pone de relieve sus dotes excepcionales tanto como sus errores y sus
desgracias.
3. LAS CRÓNICAS. En
el primer libro de las t Crónicas (11-29) se dedican 18 capítulos —una cuarta
parte de toda la obra del cronista— al rey David. El objetivo de este libro
tardío es más teológico que histórico. El autor hace un uso particular de los
libros de Sam-Re, idealizando la figura del rey y omitiendo todo lo que pudiera
deslucir su gloria. Las noticias propicias del cronista que se refieren a David
deben utilizarse con cautela. Los títulos de los salmos atribuidos al rey son
tardíos y los breves comentarios históricos que preceden a 11 salmos en el texto
masorético no son más que citas de pasajes que aparecen en los libros de Samuel
y Reyes. Por eso mismo, los títulos de los salmos no representan una fuente
fidedigna de noticias relativas al rey David.
II. NOTAS
BIOGRÁFICAS. 1. NOMBRE. El sustantivo
dawid parece derivarse de la raíz ydd y
del nombre dód, que tiene el significado de "amado", "predilecto".
Parece tratarse del nombre que asumió David al hacerse rey. Antes de entonces
llevaba probablemente el nombre de Eljanán (derivado de Baaljanán), a quien un
texto de 2Sam atribuye la muerte del gigante Goliat (2Sam 21,19; 23,24). El
nombre da-u-dum, que se ha encontrado en los textos de Ebla, parece
confirmar la interpretación dada del nombre de David.
2. EN LA CORTE DE
SAÚL. David nació en la segunda mitad del siglo xi a.C. en Belén, capital de la
tribu de Judá. Su padre, Jesé, estaba emparentado con el clan de Efratá, que
dominaba en Belén. Aunque la tribu de Judá no se encontraba bajo la autoridad
del rey Saúl, David, "de buen aspecto y de buena presencia" (ISam 16,12), entró
al servicio del rey. Cuando Saúl se propuso crear un ejército de profesión,
David se convirtió en portador de las armas del rey (lSam 16,21) y más tarde en
comandante de la tropas. Los éxitos militares lo hicieron famoso y pudo entrar
en estrechas relaciones con la familia de Saúl (Jonatán, Mical). Este hecho le
auguraba un magnífico futuro político. Se había conquistado además el afecto de
Saúl; pero muy pronto llegó la ruptura. El rey sospechaba que David pudiera
sustituir a Jonatán en la sucesión y que incluso, después de quitarle la
simpatía del pueblo, pudiera destronarlo antes de morir. Si David no sucumbió a
la envidia y al odio de Saúl, se lo debió a los muchos amigos que tenía en la
corte y que posibilitaron su huida.
3. EL AVENTURERO.
Reprobado por el rey, David se rodeó de un grupo de mercenarios ligados con él
por vínculos de fidelidad. Convertido en un guerrillero independiente, encontró
empleo en las colinas de Judea sometidas a los filisteos. Luego se trasladó más
al sur, a la región del Negueb, donde defendió el territorio de las incursiones
de los amalecitas y de otros nómadas, que estaban fuera de toda dependencia
estatal. Como recompensa por la protección recibía un tributo, probablemente en
géneros alimenticios. En esta circunstancia estableció buenas relaciones con las
tribus del sur, que más tarde habrían de serle de gran utilidad. Se casó con
Abigaíl, natural de Maón (ISam 25,42), y con Ajinoán, de Yezrael (lSam 25,42), y
ofreció su ayuda militar a los habitantes de Queilá (1Sam 23,1-5), sitiados por
los filisteos.
Para librarse de
las maniobras de Saúl, que intentaba de todas formas detenerlo y matarlo, David
prestó sus servicios al jefe filisteo Aquís, de Gat, que le dio en alquiler la
ciudad de Sicelag (ISam 27,5ss). Como vasallo de los filisteos, tuvo la misión
de defender la parte sur del país filisteo contra las incursiones de los
nómadas. Pero fue capaz, respaldado por su señor, de conservar buenas relaciones
con las tribus meridionales de Judea (lSam 27,8-12; 30,26-31).
4. REY DE JUDÁ
Y DE ISRAEL. Después de la trágica
muerte de Saúl (1Sam 29,31), David se dirigió con sus tropas a Hebrón, donde fue
proclamado rey de Judá no sólo por parte de los que pertenecían a la tribu de
este nombre, sino también por los grupos no israelitas que habitaban en el sur,
con los que había mantenido relaciones amistosas. El motivo
inmediato que favoreció la constitución del
reino de Judá fue la aspiración de las tribus meridionales a crearse un sistema
político y militar más seguro que el que había representado el Estado de Saúl.
El presupuesto moral era la antigua situación particular que ligaba entre sí a
las tribus meridionales, pero el factor decisivo fue sin duda la personalidad
misma de David.
En Israel, Abner, comandante de las tropas de Saúl, había
proclamado rey a Isbaal, hijo del difunto rey (2Sam 2,8s); sin embargo, la
sucesión dinástica de Saúl no resultaba muy simpática a las tribus. David esperó
con paciencia la evolución de los acontecimientos. Abner rompió con Isbaal y se
pasó al lado de David. Mientras se dirigía a Hebrón para consultar con el rey,
Abner fue matado por venganza de Joab, comandante del ejército de David. Podemos
preguntarnos si no estaría implicado David en aquel homicidio. Isbaal fue
asesinado después de dos años de reinado por dos comandantes de su ejército, que
querían congraciarse con David (2Sam 2,10). David ordenó ejecutarlos, quizá
también porque estaban al corriente de ciertas maquinaciones del rey de Judá.
Tras la muerte de Abner y de Isbaal, los representantes de las tribus del norte
decidieron reconocer como rey a David (2Sam 5,1 ss). Judá e Israel siguieron
siendo dos entidades distintas, pero unidas en la persona del rey David. El
estaba en medio y por encima de los dos reinos.
5. CONQUISTAS MILITARES. David
atacó en primer lugar a los filisteos (2Sam 5,17). No se sabe qué batallas libró
contra ellos; de todas formas, después de David los filisteos no tuvieron ya
ningún papel político y su territorio quedó sometido a Israel. Además, el rey se
apoderó de las ciudades-estado cananeas, convirtiéndose en soberano de un Estado
territorial palestino. Con gran habilidad política escogió como residencia la
ciudad-estado jebusea de Jerusalén, punto de conjunción entre el norte y el sur
del país. La ocupó mediante una estratagema y la convirtió en propiedad personal
suya, cambiando además su nombre (Ciudad de David). Hizo trasladar a Jerusalén
el arca de la alianza, pasando a ser así la Ciudad de David el centro religioso
del reino unido (2Sam 5,6; lCrón 11,4). Peleó también contra los pueblos de
Trasjordania, sometiéndolos a su poder (2Sam 8,10ss; lRe 11,15-25). El
territorio de los edomitas pasó a ser posesión personal del rey y fue gobernado
por un gobernador militar. Moab se vio reducido a Estado-vasallo después de que
murieron las dos terceras partes de sus guerreros y fueron heridos sus caballos.
Derrotó a los ammonitas, de los que se nombró rey a título personal. David
dirigió además campañas contra los Estados arameos del norte: Bet-Recob, Tob,
Guesur, Maaca. El reino de Damasco, tras la victoria sobre el rey Adad-Ezer,
quedó incorporado al reino de Israel, mientras que los demás reinos pasaron a
ser vasallos. Estableció relaciones diplomáticas con las cortes extranjeras,
casándose de este modo con la hija del rey de Guesur (2Sam 3,3; lCrón 3,2) y
dándole a Salomón por esposa a la princesa ammonita Naama.
La actividad militar de David tuvo también una influencia
provechosa para los fenicios, que pudieron desarrollar libremente su comercio
marítimo. David mantenía con ellos buenas relaciones (2Sam 5,11; 1Crón 14,1).
6.
GOBIERNO. El Estado davídico era una entidad muy compleja y heterogénea, que
sólo mantenía unida la persona del rey y su ejército permanente. Se leen dos
listas de funcionarios del reino de
David (2Sam 8,15-18; 1Crón 18,14-17 y 2Sam 20,23-26). En la institución de los
cargos, el rey se inspiró en el modelo de Egipto. Entre los funcionarios más
importantes estaban el heraldo (mazkir) y el secretario o ministro de
asuntos exteriores, que atendía a la correspondencia (sófer). También adquirió
importancia el sacerdocio palatino (Sadoc y Ebiatar). El territorio de Palestina
se dividió probablemente en provincias. El ejército, que tenía un comandante
supremo, estaba formado por varios grupos mercenarios: la guardia personal del
rey estaba constituida por extranjeros: cretenses y filisteos; igualmente el
grupo selecto de los "valientes de David". Por el contrario, la milicia regular
estaba compuesta por los hombres idóneos de Judá y de Israel, llamados a las
armas con ocasión de las campañas militares. Las finanzas del Estado se
alimentaban del botín de guerra, de los tributos de los pueblos vasallos y de
las contribuciones de los ciudadanos. El censo tenía que servir para objetivos
concretos militares y fiscales (2Sam 24). La peste que estalló durante esta
iniciativa, inaudita en Israel, fue considerada como un castigo por parte de
Dios.
David instituyó las ciudades de asilo con la finalidad de
limitar la venganza de sangre (Jos 20) y les asignó a los levitas ciertas
ciudades particulares como residencia (Jos 21). El rey se mostró celoso por
promover la fe de los padres, que representaba un elemento unificador de los
diversos grupos que componían el Estado. No hay que excluir que respetase
también la religión cananea. No llegó a construir el templo, pero comenzó el
culto en torno al arca de la alianza trasladada a Jerusalén. En el terreno
cultural, David favoreció también la poesía y la música.
7.
REVESES FAMILIARES. Después de haber cometido el rey adulterio con Betsabé y de
haber tramado la muerte de su esposo Urías (2Sam 11,2-16.26s), la fortuna dejó
de sonreír al gran soberano de Israel. Tuvo ocho mujeres, que conocemos de
nombre (iSam 18,27; 25,42s; lCrón 3,2ss), las cuales le dieron seis hijos en
Hebrón (2Sam 3,2ss; lCrón 3,1-9) y trece en Jerusalén (2Sam 5,14; 1Crón 3,5-9;
14,4-7), más una hija, Tamar (1Crón 3,9). Tuvo además otros hijos de las
concubinas (2Sam 5,13). El número de sus hijos y la complicada situación del
Estado explican las frecuentes rivalidades y las graves crisis que atormentaron
los últimos años de la vida de David. Amnón se enamoró de Tamar, hermana de
Absalón, que fue seducida y violentada (2Sam 13,1-22). Para vengarse, Absalón
tramó la muerte de Amnón y emprendió la huida (2Sam 13,23-29). Gracias a la
intervención de Joab, Absalón volvió y se reconcilió con su padre (2Sam
14,21-33). Durante otra rebelión, Absalón se proclamó rey, y David tuvo que huir
de Jerusalén con su ejército permanente (2Sam 15). En la sublevación de Absalón
estaban también comprometidas las tribus del norte. Pero las tropas de Absalón
fueron derrotadas, él mismo fue asesinado y David pudo entrar de nuevo en la
capital. El rey lloró amargamente la muerte de su hijo rebelde (2Sam 19). Una
nueva rebelión, capitaneada esta vez por el benjaminita Seba, opuso a las tribus
del norte contra la de Judá. En la disputa entre Adonías y Salomón por la
sucesión del trono, Salomón logró imponerse gracias al apoyo del profeta Natán y
con la ayuda de los mercenarios de su padre y de su guardia personal. Al final
de la vida de David, el reino empezó a bambolearse y después de la muerte de
Salomón quedó dividido en dos.
8. EL
HOMBRE. Desde muchos puntos de vista,
David fue una personalidad excepcional. Fue en primer lugar un valiente e
indómito guerrero, un conquistador afortunado, un astuto político que supo
aprovecharse en cada momento de la situación, un prudente organizador del
Estado, sobre todo en los primeros tiempos de su reinado, y un sabio
administrador de la justicia. De ánimo generoso, se mostró siempre fiel con los
amigos hasta ser realmente cariñoso con ellos, como demuestra su actitud con el
hijo de Jonatán y con el propio Jonatán cuando murió. Se mostró condescendiente
con sus hijos hasta la debilidad; no supo castigar debidamente a Amnón, perdonó
el fratricidio a Absalón, sin tomar con él las debidas precauciones. Por el
contrario, David fue cruel con sus opositores, haciendo que desapareciera la
descendencia de Saúl, diezmando a los moabitas y provocando la muerte de Urías.
Fue un hombre religioso según el modelo de la época: de piedad sincera, recurría
a la oración y a los consejos de los hombres de Dios, como Gad y Natán. Llegó
incluso a aceptar verse expulsado del trono por temor a oponerse a la voluntad
de Dios (2Sam 15,25s). Hizo penitencia por sus pecados aceptando las sugerencias
del profeta Natán (2Sam 12,15-25). Mostró también una actitud penitente con
ocasión del censo (2Sam 24,17). No hemos de excluir que compusiera él mismo
salmos en honor del Señor.
Con el correr de los tiempos se fueron olvidando los
defectos de David y este rey se convirtió en el rey ideal de Israel,
profundamente humano y totalmente entregado al servicio de Dios. Así nos
presentan su figura el libro de las Crónicas y el Sirácida (Si 47,1-11).
III. LA ALIANZA DAVÍDICA. El punto
culminante de toda la tradición relativa a David es la promesa divina que se le
hizo a él y a sus sucesores sobre el gobierno del pueblo de Israel. Podemos
leerla en 2Sam 7,1-17 como coronación de las victorias obtenidas por el gran
rey; además esta promesa se recoge también en 1Crón 17,1-15 y en el Sal
89,20-38.
1. TEXTO. Los textos de las Crónicas y del Salmo
parecen ser relecturas más recientes del texto de 2Sam. Pero incluso este último
pasaje contiene diversos indicios de elaboración redaccional, sobre todo
deuteronomista. No obstante, es opinión general entre los autores que esta
perícopa contiene un núcleo esencial que se remonta a la época de David y que
fue pronunciado cuando el rey estaba pensando en erigir un templo al Señor. En
aquella ocasión el profeta Natán tomó postura frente a la iniciativa del rey en
nombre de Dios. Después de una primera respuesta positiva, el profeta le informó
al rey que la construcción del templo no habría sido del gusto de un Dios que
durante siglos había estado habitando en una tienda, sin haber pedido nunca la
construcción de una residencia permanente (2Sam 7,1-7). Sin embargo, lo mismo
que había hecho hasta ahora, también en el futuro el Señor recompensaría a su
siervo David, concediéndole la victoria sobre sus enemigos y haciendo famoso su
nombre. El pueblo de Israel gozaría de paz, de estabilidad y de libertad frente
a sus enemigos. Después de la muerte de David, el trono permanecería estable, ya
que quedaría asegurada la sucesión continua de la descendencia real davídica
(2Sam 7,8-15). El Señor miraría con especial benevolencia a la casa de David,
portándose con ella como un padre. Si los descendientes llegasen a fallar,
serían castigados como los demás hombres, pero con moderación; sin embargo, este
castigo no llegaría nunca a privar de la dignidad real a la descendencia
davídica, haciéndola pasar a otra dinastía. Puesto que "tu casa y tu reino
subsistirán por siempre ante mí, y tu trono se afirmará para siempre"
(2Sam 7,16).
2. CONTEXTO DE /ALIANZA. Aunque en el oráculo de Natán no
aparece el término de alianza, sin embargo están presentes en él algunos
detalles que confieren a la promesa divina la forma de un pacto. En dos
ocasiones se le otorga a David el título de "siervo" (2Sam 7,5.8), que significa
vasallo, sometido al soberano. El rey y la dinastía son objeto de la
benevolencia (hesed)
divina, término técnico de la alianza (2Sam 7,15). La promesa se presenta de una
forma que corresponde a las cláusulas de un tratado de alianza: recuerdo del
pasado, estipulación relativa al porvenir, cláusulas anejas. Al recibir el rito
de la unción real (1Sam 2,4; 5,3; 2Re 23,30), David se convierte en vasallo de
Yhwh, es decir, en su lugarteniente, encargado de establecer el reino de Israel,
de mantener al pueblo en la condición de aliado del Señor y de obtener el favor
de su Dios.
La promesa hecha a David no abroga la alianza del
Sinaí, sino que la precisa y la completa, centrándola en la dinastía davídica.
Como vasallo del Señor, el rey asegura al pueblo el derecho y la justicia de su
Dios, le procura estabilidad y bienestar. La casa davídica recibe una misión, en
la que se realizan los bienes mesiánicos. En este sentido la dinastía se
convierte en la portadora de la esperanza mesiánica. La institución monárquica
pasa a ser un organismo de gracia, un canal de salvación. Por medio de ella Dios
lleva a su cumplimiento el destino de Israel, puesto que la feliz subsistencia
del pueblo está ligada a la permanencia de la monarquía. La idea mesiánica llega
de este modo a asumir la forma de un reino presidido por un rey establecido por
Dios.
3. PROFUNDIZACIÓN. El oráculo de Natán fue releído y
profundizado en el mismo libro de Samuel (2Sam 23,5) y en el de los Reyes (1Re
2,12.45.46; 8,22ss; 9,5; 11,36; 15,4; 2Re 8,19). Fue igualmente comentado en los
salmos 89 y 132: la promesa queda colocada expresamente dentro del marco de las
antiguas tradiciones anfictiónicas de Israel. Los salmos reales, en los que se
exalta la figura del rey davídico, su papel de garantía de la justicia (Sal 45;
72), su filiación divina (Sal 2; 110), se inspiraron en el texto de 2Sam 7.
La idealización del monarca, ya en acto en el Salterio, es
recogida y ampliada por los profetas sucesivos. Su mirada se dirigirá no tanto a
la sucesión de cada uno de los reyes davídicos, sino más bien a la de un
descendiente extraordinario, a la de un rey único y definitivo, que llevará a
cumplimiento de forma eminente la función de la dinastía davídica, dentro de un
contexto escatológico (Is 9,1-6; 11,1-9; Miq 5,1-5; Jer 23,5s; Zac 9,9s) [t
Mesianismo III].
BIBL.: AMSLER S., David, Roi et Messie, Delachaux,
Neuchátel 1963; BOTrERWECK G.J., Zur Eigenart der chronistischen
Davidsgeschichte, en "Theologische Quartalschrift" 136 (1956) 402-435;
BRUEGGERMANN W., David and
his Theologian, en "CBQ" 30 (1968)
156-181; CALDERONE P.J., Dynasty Oracle and Suzerainty Treaty, 2Sam 7,8-16,
Loyola House of Studies, Manila 1966; CARLSON R.A., David, the Chosen
King. A Traditio-Historical Approach to the Second Book of Samuel,
Almqvist, Upsala 1964; GESE H., Der Davidsbund und die Zionserwiihlung,
en "ZTK" 61 (1964) 10-26; NOTH M., David and Israel in II Samuel 7,
Mélanges Bibliques A. Robert, Bloud et Gay, París 1957, 188-229; RosT L.,
Die Ueberlieferung von der Thronnachfolge Davids, Beihefte zur Wissenschaft
vom A. und N.T. 3/42, Kohlhammer, Stuttgart 1926; SOGGIN
A., Das Kdnigtum in Israel,
Beihefte zur ZAW 104, T6pelmann, Berlín
1967; ID, The Reign of David: Israelite and Judean History (ed. J.H.
Harvey-J.M. Miller), Fortress Press,
Filadelfia 1977, 343-363; WHYBRAY R.N., The Succession Narrative. A study of
II Samuel 9-20 and I kings 1 and2, SCM Press, Londres 1968; WORTHWEIN E.,
Die Erzdhlung von der Thronnachfolge Davids, Theologischer
Verlag, Zurich 1974.
S. Virgulin
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